“Como el clavel del aire, así era ella igual que la flor…” Siempre recordaré este hermoso tango cuya letra pertenece a Fernán Silva Valdés y música de Juan de Dios Filiberto. Mis padres me lo enseñaron siendo muy niña y desde ese momento me enamoré de su letra y su música…Con mi madre casi siempre lo escuchábamos por las tardes, cuando yo me ausentaba del entorno a escribir… Ella siempre me acompañaba, iba leyendo mis escritos junto a la compañía fiel y reconfortante de un café, y continuamente terminábamos en grandes tertulias las dos; hablábamos de la vida, de la familia, de los acontecimientos que acaecían diariamente en nuestro país, en el mundo, y muchas noches de tiempo cálido, estas charlas nos sorprendieron en el patio de nuestra casa… Ahí mirábamos el cielo como surcando el universo, y repetíamos las charlas mirando el firmamento… En el patio hay un clavel del aire hermoso, frondoso, pero jamás dio una flor… En cambio, está lleno de geranios que sorprendentemente brotan por las noches… Mi madre, que siempre está unida a mí aún después de su partida, se fue con el deseo de ver florecer un día un geranio que trajo de su amado Concepción, su tierra natal, fascinada por el color damasco que tenía, lo trajo hasta Santiago a nuestra casa, casi diez años el geranio sólo estuvo dando sus hojas verdes, pero jamás brotó en él una flor… Al mes que ella partió en ese viaje hacia el oriente eterno, una noche el geranio floreció, y sus pétalos fueron de un color damasco muy intenso… Mi madre, tuvo la hermosura y la delicada fragilidad del clavel del aire, sin echar su raíz en su tierra, formó en Santiago un jardín de amor con su familia… Y como los geranios, siempre estuvo presente aguantando el frío invierno y el calor del verano… Jamás dejó de darnos su pasión y entrega… Jamás se cansaron sus ramas de abrazar su siembra… Me dejó los geranios que florecen por las noches, y el clavel del aire que no dio flor, pero si muchos recuerdos y reminiscencias…Hasta una noche, en que soltándose de mi mano me dijo adios…
”El que cruzó fue el viento, el viento pampero que se la llevó”.
Dedicado a mi madre doña María Magdalena Mellado Jara
Algunas narraciones líricas del libro
La Inundación
“Siento cómo cae la noche hacia mi patio y comienza a inundar traspasando los muros de esta casa, anegando los rincones, rodeando la flama de los cirios… ¿Cómo llamaremos a esta agua- madre?...esta agua cristalina, tibia, pura, que no destruye y sin embargo duele… Esta agua se parece al silencio, pero al silencio sagrado que emana de las almas que callan; se asemeja a la oscuridad, pero a esa oscuridad sagrada que brota al cerrar nuestros ojos para ver la luz del quinto sol y seguir el camino…La noche arrasa la casa como una ola que no se detiene y no perdona el púlpito de nuestras vidas…Ahí sobre la mesa, los geranios de la existencia se abrazan y agrupan, se besan, se acarician…Ahí sobre la mesa tu retrato , y junto a él una rosa blanca envuelta en una eterna mañana, un cirio que no sabe de la noche ni del día…Y al frente mis ojos mirando hacia el universo.”
“Me busqué por las sombras de mi patio; por las avenidas cercanas a mi casa. Crucé calles, salté charcos, me fui a orillas del mar y me pregunté si me había visto… Volé la cordillera de punta a punta y los volcanes me ignoraron… ¿Dónde estoy?, pregunté a mi padre y su respuesta fue una sonrisa eterna; mientras mi sombra proyectada en la muralla se diluía como el agua. Dónde… Dónde estoy… Que pasan las horas, los días, y no logro hallarme entre mis manos… Entonces, divisé a mi madre con su mirada apacible preparar la sopa en la cocina, y lentamente me acerqué a ella a preguntarle: ¿Dónde estoy madre?... ¿Me has visto correr por los pasillos?...Y mi madre exhalando una dulce voz del segundo cielo me responde: /No…Aún no logro encontrarte…Quizá mañana o pasado, o cuando ceses de golpearme tanto el vientre…Y te atrevas a nacer a la vida/ “.
“Los no iluminados en la estridencia del silencio pulcro… Y seres de luz en el humilde silencio del espíritu… Yacen ahí abandonados y a la vez contemplados, como el asomo más raro de la existencia humana… Son los que buscan la humildad del perdón en la pobreza del abandono, donde todos acuestan sus vidas, cargándoles sus brazos…Aquellos pobres brazos parchados y de trajes corroídos… Son los Cristos que lloran en su agonía, porque piden más piedad que hacer milagros…TODOS SOMOS CRISTOS EN ESTE MUNDO… Y alhajados vamos siempre con flores muertas, cargando pesadas cruces de la injusticia, clamando velas de amor y de indulgencia… Somos todos Cristos y no benditos, jamás se nos ungió el rostro en esta tierra… Ninguna corona de oro en nuestra frente, nos fue puesta al nacer, en esta vida…Pero, ¡AY! Del que sufre en el camino, las piedras que el destino va colocando, las penas y el dolor de los quebrantos…Y el pan de la pobreza que compartimos”.
”Corríamos por el patio de la casa de mis abuelos, y me escondía en el ciruelo para verla pasar... Nadie sabía que ella jugaba conmigo por las tardes; compartíamos muñecas; las tazas de té llenas de agua con hojas de menta, y una pelota transparente con burbujas de cristal adentro, que lanzábamos hacia arriba pidiendo deseos… Mi abuelo asomó un día y con extraña mirada, me dijo, ¿con quién juegas?... Yo sólo acerté decirle... -con la NADA-… Porque ella ya no era Nada… Ella ya se había marchado de este mundo...Y oculté a mi amiga como ocultando una locura que nadie comprendería... De ella ya hace años que no sé Nada; quizá el oriente eterno por fin la llamó a su reino...Pero sé que NADA sigue jugando en estelas divinas surcando el universo, haciendo patria en otras galaxias...En cambio yo, sólo voy jugando por el mundo, sin que nadie devuelva mi pelota ...Y sin que nadie logre verme”.
“Un Dos tres por mí, que estoy acurrucada en las murallas de esta casa tratando de detenerlas con mi espalda… Un dos tres por mí, que me acabo de encontrar escondida debajo de la mesa mirándome de reojo…Un dos tres por mí, que acabo de pillarme detrás de la puerta de mi cuarto…Un dos tres por mí, que zanjo de pillar mi desolación; que acabo de encontrar mis manos, mis ojos, mis rodillas, mi boca, tratando de alcanzarme con un beso… Un dos tres por mí que a pesar de todo, aún no termina este juego, y no terminan las carreras ni los gritos…Todavía el sol penetra por mi ventana a deshora, y la señora luna entra altiva por mi puerta…Un dos tres por mí, porque me encontré una parte de la esperanza, y recogí papeles con fragmentos de mi historia…Un dos tres por mí, Esa…Tú….Yo…Que te hallas escondida debajo de la cama de tu madre, abrazándote a sus faldas”.